miércoles, 1 de marzo de 2000

EL VALOR SIMBÓLICO DE LO FRAGMENTARIO


El poder o el peligro de los símbolos y las imágenes alegóricas se ha manifestado con frecuencia a lo largo de la historia. El 24 de junio de 1919, cuatro días antes de firmar una dura paz cuyas condiciones territoriales y económicas ya eran conocidas, el derrotado estado alemán decidió poner en circulación un tipo de billetes de cincuenta marcos en los que figuraba una imagen femenina. El peinado de esta mujer se adorna con hojas de roble, emblema de la nación alemana, y sus trenzas tienen las terminaciones deshechas, como si hubieran sido cortadas o como si estuvieran a medio hacer. Su mirada tiene una fijeza extraña, resuelta. No es sino la personificación de Alemania, siguiendo la tendencia de los regímenes republicanos de mostrarse iconográficamente al pueblo a través de una mujer, si bien la imagen femenina de Germania circulaba ya desde antes de la formación del imperio alemán en 1871. En la Alemania de 1919 estaba iniciando su andadura la llamada República de Weimar, cuyo gobierno por entonces era moderado y socialdemócrata. La imagen aludida fue empleada propagandísticamente tras la guerra, pues según Fichte la nación no sólo la componen los vivos, sino también los muertos, aunque su proyecto de nación fuese distinto. La mujer representada es por tanto una forma de recordar a las víctimas de la guerra, pero dentro de un limitado campo semántico nacional que supone en cierto modo la asunción de un espíritu revanchista, cuyas consecuencias posteriores fueron desastrosas. Es sólo una interpretación.

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