jueves, 1 de agosto de 1996

JASÓN Y MEDEA


ARGUMENTO DE “EL VIAJE DE LOS ARGONAUTAS”.
APOLONIO DE RODAS (295-215 A.C.)


Canto I. Invocación a Febo y rápido relato del motivo de la expedición, el temor de Pelias, usurpador del trono de Yolco, por un oráculo destructor que encaja con Jasón, hijo del anterior rey, Esón. Petición de inspiración a las musas. Catálogo de los Argonautas, héroes procedentes de toda Grecia, describiéndose su carácter, su genealogía y sus habilidades especiales. La tristeza de las despedidas familiares contrasta con el alegre partir de los héroes, admirados por el pueblo. Jasón es elegido jefe de la expedición. Se bota al mar la nave. Se elevan oraciones y se realizan sacrificios rituales en honor de Apolo. En el banquete posterior el piadoso Idmón y el sarcástico Idas discuten en torno al desarrollo del futuro viaje. La discusión es aplacada por el canto de Orfeo, que entona una melódica cosmogonía. Parten los héroes en su nave. Desde la orilla les observa alejarse el centauro Quirón. Navegan por la costa de Tesalia y más tarde por la costa tracia. Llegan a la isla de Lemnos. En ella hay sólo mujeres, pues éstas habían matado a sus esposos e hijos varones junto a las esclavas tracias que les habían arrebatado sus amores. Las mujeres de Lemnos, gobernadas por Hipsípila, se muestran hospitalarias con los navegantes, con quienes mantienen relaciones íntimas. Se describe el bello manto púrpura que Atenea había regalado a Jasón. Heracles recuerda a sus compañeros sus deberes y compromisos, por lo que parten de nuevo. Sobrepasado el Helesponto, llegan a la isla de los Doliones, donde reina Cízico. Allí combaten con unos gigantes. Tras partir regresan de improviso, entablando en la noche una accidental batalla con sus amigos Doliones. Por azar Jasón mata a Cízico, y la reciente esposa de éste se suicida, cumpliéndose así un terrible oráculo. Los viajeros realizan un sacrificio en honor de Rea sobre el monte Díndimo, en Frigia, buscando obtener vientos favorables. Frente a Misia, el remo de Heracles se rompe. Desembarcan para reponerlo y repostar. Hilas es raptado por la ninfa de una fuente. Por descuido, los héroes se dejan en Misia a Heracles y Polifemo. Al darse cuenta de ello, discuten. El dios marino Glauco se les aparece, profetizando sobre el glorioso destino de los guerreros abandonados. Heracles realizará los trabajos que le darán gran fama, mientras que Polifemo fundará una ciudad en Misia, muriendo luego en tierras de los Cálibes. La nave Argo llega al territorio de los Bebrices.


Canto II. El dióscuro Polideuces vence en un combate de boxeo al brutal Amico, rey de los Bebrices, a los que los Argonautas ponen en fuga. Los héroes llegan a las tierras de enfrente de Bitinia. Allí vive Fineo, viejo adivino, ciego, hambriento y sucio, atormentado por las Harpías. Los dioses le habían castigado por exponer a los hombres con demasiado detalle el futuro. Los hijos de Bóreas, Zetes y Calais, ahuyentan para siempre a las Harpías tras perseguirlas con sus alas. Fineo les ofrece sus profecías sobre la futura navegación, y les aconseja que suelten una paloma antes de pasar por las rocas entrechocantes, las Simplégades. Les cuenta además la historia del agradecido Parebio. Los héroes logran pasar el estrecho, que desde entonces queda fijo. Apolo se les aparece en la isla de Tinias. Los Argonautas reciben albergue entre los Mariandinos. Allí mueren el adivino Idmón, que había vaticinado su propia muerte, y Tifis, el timonel. La muerte de Idmón se debió al ataque de un jabalí, y la de Tifis a la enfermedad. El nuevo timonel es ahora Anceo. Los Argonautas pasan junto a la tumba del héroe Esténelo, que se les aparece, y al que honran mediante diversos ritos. Van costeando el Norte de la Península Anatólica. Llegan hasta el valle del Termodonte, donde habitan las belicosas Amazonas. Parten pronto de allí para no luchar contra ellas. Costean las tierras de los Cálibes, Tibarenos y Mesinecos, pueblos de extrañas costumbres. En la isla de Ares espantan a las molestas y numerosas aves. Allí se les unen los cuatro hijos de Frixo, que habían naufragado cuando intentaban desde Ea llegar a Orcómeno para recoger la herencia paterna. Jasón les ayuda y lleva consigo para pedir a Eetes el vellocino de oro. Tras pasar frente a las costas de varios pueblos, la nave Argo llega a la desembocadura del río Fasis, ya en la ansiada Cólquide.


Canto III. La acción tiene un homogéneo escenario terrestre: Ea. Contiene este canto el núcleo de las acciones amorosas de Jasón y Medea. Invocación a la musa Erato. Hera y Atenea, que desean auxiliar a Jasón, piden ayuda a Afrodita, experta en amores, para que ésta haga que su hijo Eros fleche a Medea. Hera está agradecida a Jasón porque el joven le ayudó a cruzar un río cuando se había metamorfoseado en anciana. Los diálogos entre las divinidades parecen insertarse en un ambiente cortesano. Argos, el mayor de los hijos de Frixo, intenta conseguir de Eetes benevolencia hacia Jasón. Pero Eetes, rey de los Colcos, tras proferir amenazas, decide someter a Jasón a duras pruebas. Medea, hija de Eetes, se enamora de Jasón. Argos y Jasón deciden solicitar la ayuda de Medea, conocedora de hechicerías, para superar las pruebas impuestas por Eetes. El rey de los Colcos, ante su pueblo, vitupera a los extranjeros. Medea, insomne y azorada, piensa en Jasón. Tras charlar con su hermana Calcíope, desechando el suicidio, decide ayudar con sus pócimas a Jasón, aunque ello vaya en perjuicio de su padre. Se produce el encuentro de Jasón y Medea en el templo de Hécate. Allí Medea habla largamente con Jasón, al que da un filtro mágico. Le explica que debe rociar con él su cuerpo y sus armas. Siguiendo las instrucciones de la princesa, Jasón afronta con éxito las pruebas impuestas por Eetes. Logró uncir con el yugo dos toros de patas de bronce que respiraban fuego. Aró con ellos una gran extensión de tierra. Introdujo en los surcos a modo de semillas los dientes de una terrible sierpe. Y mató a los guerreros terrígenos que habían brotado de las semillas. A pesar de cumplir estas pruebas, Eetes siguió maquinando contra Jasón. El futuro personal de la princesa, ligada amorosamente a Jasón, quedaba en vilo.


Canto IV. Es el canto más largo, con numerosos escenarios. Los navegantes sólo llegarán a Yolco tras surcar un buen número de mares y ríos, recorriendo tierras extrañas para dar un rodeo con el que eludir el Bósforo. El itinerario geográfico descrito no siempre es realista, mezclándose referencias a lugares distantes entre sí. La nave Argo sale del Ponto Euxino por el río Istro. Los viajeros llegan al mar Cronio. Tras avanzar hacia el Sur, una tormenta les hace retroceder. Penetran por el río Erídano, enlazando luego con el río Ródano. Por error recorrieron tierras celtas muy interiores. Tras variar de rumbo salieron al mar. Pasaron por diversas islas hasta llegar a la isla de Circe, frente a la costa Oeste de la Italia Central. Tras atravesar el estrecho custodiado por los seres monstruosos Escila y Caribdis, llegaron a Feacia. Nuevos huracanes les arrastraron hacia las calurosas tierras libias. Transportaron su nave por el continente hasta que encontraron nuevamente el mar. Alcanzaron la isla Cárpatos, y desde ésta llegaron a Creta y Thera. Tras tocar Egina, por la costa interior de Eubea arribaron a Yolco. El canto se inicia con una invocación a la Musa. Medea ayuda a Jasón a apoderarse del vellocino, adormeciendo al dragón que lo custodiaba. La princesa decide huir con los extranjeros, tanto por amor a Jasón como para escapar de la cólera de su padre Eetes. Los Colcos se lanzan en persecución de la nave Argo. Aconsejados por Argos, los héroes remontan el Istro, precedidos por una flota cólquide mandada por Apsirto. Medea, que no quiere ser abandonada por los marinos, contribuye a planear la emboscada y asesinato de su hermano Apsirto. Llegan a una isla en que Circe, tía de Medea, purifica mágicamente a la pareja de su culpa en el asesinato de Apsirto. Los Argonautas superan las tierras de las sirenas de bella voz, así como a las terribles Escila y Caribdis. Llegan a Feacia, donde Alcínoo y Arete les tratan con hospitalidad. Alcínoo se niega a entregar a Medea a un contingente de soldados colcos. Éstos, por temor a la ira de Eetes, deciden establecerse lejos de sus hogares. En Feacia se desposan Jasón y Medea, por consejo de Arete. Llegados por el infortunio a tierras libias, los Argonautas visitan la región de las ninfas Hespérides, donde obtienen agua y son informados del reciente paso de Heracles. Allí murieron Canto y Mopso. Canto fue atacado por un pastor y Mopso pereció a causa del veneno de una serpiente. El dios Tritón se aparece a los héroes, a los que lleva hasta el mar. En Creta mataron al gigante Talos con los poderes hipnóticos de Medea. Eufemo, cumpliendo una profecía de Tritón, arroja al mar un puñado de tierra del que surge la isla de Thera, en la que reinarán sus descendientes. Por fin la expedición llega hasta Yolco. Es de resaltar el hecho de que los Argonautas recorrieran algunos de los lugares por los que pasó Heracles al realizar sus trabajos y otros enclaves por los que pasará una generación después Odiseo.


ARGUMENTO DE “MEDEA”. EURÍPIDES (480-406 A.C.)

Medea alimenta un fuerte odio hacia Jasón debido a que éste, ignorando su matrimonio con ella, se había desposado con Glauce, hija de Creonte, rey de Corinto. Una nodriza y un pedagogo discuten al principio de la obra sobre la triste pasión de su señora Medea, a la que el rey Creonte quiere desterrar del país por temor a que con sus hechizos dañe a su hija Glauce. Las lamentaciones de Medea, que en ocasiones encuentran eco en un coro de mujeres corintias, crecen en intensidad a lo largo de la obra. El corazón de Medea adquiere progresivamente mayores deseos de venganza. Creonte, riguroso, comunica a Medea su decisión de expulsarla de la ciudad. Ella, con palabras falsamente amistosas, logra que el rey le conceda un día más de permanencia en Corinto. En un duro diálogo, Medea recrimina a Jasón por las infamias que ha cometido con ella, que le salvó en los avatares de la empresa en la que obtuvo el vellocino de oro. Jasón quita méritos a Medea, censura su comportamiento pasional y le ofrece ayuda para afrontar el destierro. Medea obtiene una inesperada promesa de hospitalidad por parte de Egeo, rey de Atenas. Simula ante Jasón su arrepentimiento y pide que sus dos hijos permanezcan en Corinto. Envía a los pequeños a Glauce con regalos mortíferos: un velo y una corona. Al ponérselos Glauce muere, y también su padre al abrazarla. Con una espada y tras ciertas dudas, Medea mata a sus propios hijos. Jasón y Medea, intensamente dolidos, se increpan. Luego Medea huye en un carro de serpientes aladas.


RASGOS DEL CARÁCTER DE JASÓN Y MEDEA EN LA OBRA DE APOLONIO

El Jasón de la obra de Apolonio es un héroe dubitativo que se angustia fácilmente ante los peligros. No tiene la confianza propia de los ingenuos héroes homéricos, sino la taciturna paciencia de un héroe resignado, zarandeado por un destino superior a su personalidad. A veces se pone de manifiesto su incapacidad, su falta de recursos para afrontar los riesgos de su aventura. Es quizás demasiado civilizado, no disfruta de las incertidumbres de su viaje. No tiene el coraje vital de los héroes arcaicos ni una fuerza pasional como la de Medea. En ocasiones parece que se limita a cumplir la penosa tarea que contra su voluntad le ha sido impuesta. Lo que hace languidecer su estrella no es la presencia de defectos humanos, sino la falta de virtudes remarcables. Cuenta con el favor de las diosas y logra atraer irresistiblemente a las mujeres. Los apoyos femeninos que recibe explican gran parte de sus éxitos. La belleza plástica de la poesía de Apolonio es paralela a la debilidad de su héroe, el cual refleja cierta nostalgia por las antiguas hazañas épicas. Para Jasón, su relación amorosa con Medea está subordinada al éxito de las empresas que le puedan aportar gloria. Está preocupado más por otras cosas que por Medea. Aunque la actitud de la joven hace sentir a Jasón ternura, su comportamiento con ella es bastante frío. La hondura del carácter de Jasón es mucho menor que la de Medea. A Jasón con frecuencia se le escapa el sentido último de sus propias acciones. Se muestra inseguro y llega a desconfiar del poder salvador de los dioses. En su heroísmo hay mucho de apariencia. Su belleza destaca por encima de la de sus compañeros, convirtiéndole en una persona muy grata a los ojos. Se muestra casi siempre reflexivo, valorando en exceso la dificultad de las pruebas que se le presentan. Llora como los demás la muerte de algún compañero, pero a la vez intenta silenciar las sensiblerías de su madre. Se mostró compasivo al ayudar a una anciana a cruzar un río, sin saber que era Hera transfigurada. No asumió el liderazgo del viaje por decreto, sino tras consultar a sus compañeros. Su protagonismo quedó a salvo cuando Heracles no pudo continuar en la expedición. Deja que sus compañeros demuestren sus habilidades en las difíciles circunstancias del viaje. Su valor, expresado al aceptar las pruebas de Eetes, se vio mágicamente acrecentado por el filtro de Medea. Jasón procura tener contentos a los dioses con frecuentes ritos piadosos. Ayuda a los hijos náufragos de Frixo, pero comete un acto sacrílego al matar a Apsirto. La providencia divina le conduce hacia el éxito.


La joven Medea es una princesa bárbara, maestra en pócimas y hechicerías. Posee un potente don hipnótico con el que logra adormecer a la serpiente y al gigante Talos. Dio a Jasón el ungüento que le hacía invulnerable a las llamas y a los golpes por un día. Es un personaje de aureola sombría. Está asociada a las noches sin luna y al culto de Hécate, diosa de la magia y de los encantamientos. Apolonio describe las vacilaciones de la enamorada Medea en una noche en la que apenas logra conciliar el sueño. Sus emociones interiores y su fuerza pasional son muy profundas. Es una mujer que ama, sufre y vive con caótica humanidad. Es algo ambigua. Contrasta el candor virginal con que se deja llevar por su pasión hacia el extranjero con sus atribuciones mágicas, no exentas de agresividad. El amor provoca una lucha en el interior de Medea, pareciendo determinar su futuro. Su intervención es crucial para el éxito de Jasón. En Medea se dan marcados vaivenes sentimentales en los que su arrebatado amor vence a su entendimiento. Teme cuál será su destino. Llega a pensar en suicidarse para no interferir en los asuntos de su padre y Jasón. Con frecuencia repite que hubiera sido mejor que Jasón nunca llegara a la Cólquide. Su figura es tratada por Apolonio con tintes románticos, incluyendo una deriva maléfica. La joven se enamora con locura del aspecto y de las palabras de Jasón. Se acicala con cuidado cuando sabe que va a ser vista por él. Pone en las manos del Esónida su destino, confiando plenamente en su promesa de unión. Son pocos los requiebros amorosos con los que la premia Jasón, que mantiene hacia ella una actitud más bien pragmática. A través de la figura literaria de Medea se puede realizar un detallado estudio psicológico de los efectos del amor. El carácter romántico y exaltado de Medea contrasta con la lógica que preside todos los actos de Jasón. Progresivamente la Medea de la obra de Apolonio va cobrando tintes más oscuros. Por desbocado amor, no sólo llega a traicionar a su vil padre, sino que además propicia la muerte de su hermano Apsirto. Una línea continua marcada por la obsesión va desde la virgen enamorada hasta la cómplice de la ruina de su familia. A pesar de sus actos emocionales, Medea demuestra una retorcida inteligencia. Sopesa diversas circunstancias antes de tomar sus locas decisiones. Vergonzosa, prefiere no hablar a su hermana Calcíope del amor que siente por el extranjero. Entre las confidencias que revela a sus esclavas no está el amor que siente por Jasón. Huye con los Argonautas tanto por amor hacia Jasón, cuyo agradecimiento aún no exige, como por temor hacia su padre Eetes. En medio de muchas situaciones siente soledad interior. Frente a esta tormenta de sentimientos, Jasón, frío, duda incluso si casarse con ella, haciéndolo finalmente.


RASGOS DEL CARÁCTER DE MEDEA Y JASÓN EN LA OBRA DE EURÍPIDES

El autor insiste en la angustia, temor, odio, orgullo y venganza de Medea. Nos presenta a una mujer poco civilizada que se sabe víctima de una traición. Ha sido ultrajada por el hombre a quien siguió ciegamente y de quien está profundamente enamorada. Es su fijación con el Esónida la que le lleva a hacerle daño. El cinismo, la ingratitud y la indiferencia de Jasón provocan en Medea el crecimiento de un terrible odio. Hay en ella un intenso dolor físico y moral, manifestado en sus gestos y gritos salvajes. Medea se siente engañada y frustrada. Maquina la muerte de Glauce, de Creonte y de sus propios hijos con tal de herir el corazón de Jasón, al que quiere dejar solo, desesperado y sin descendientes. Se da en la obra un desarrollo progresivo de la fatídica pasión de Medea, la cual piensa en cómo debe proceder para hacer efectiva su venganza. Valora los estragos que desencadenará su acción. Llega a tales extremos de rigor que termina por carecer de todo sentimiento de piedad y autocontrol. Se convierte en una fuerza de la naturaleza, ajena a la frontera que existe entre el bien y el mal. A pesar de ello inspira compasión en el espectador de la tragedia. Su proceder, injustificable, la animaliza. Sin duda Medea es la figura central de la obra de Eurípides, la que acapara el protagonismo debido a la fuerza desatada de sus sentimientos. El impulso asesino que se apodera de ella aporta la riqueza dramática de la obra. Es una mujer orgullosa, incapaz de tolerar la humillación.


La poderosa figura de Medea, que emplea el engaño, la mentira y la simulación, empequeñece la del desagradecido Jasón. Cínicamente Jasón afirma que ha obrado de la manera que más conviene a todos. Habla sin pudor de su nuevo matrimonio, del que espera obtener hijos que añadir a los que le dio Medea. Antepone sus ansias de gloria, poder, riqueza y nombradía a las promesas de amor fiel que hizo a Medea. Dice no comprender el loco apasionamiento de las mujeres celosas. Incluso llega a desear que exista una forma de procrear que no requiera de las odiosas mujeres. No hace esfuerzos reales por evitar el exilio de Medea. Quiere indicarle posibles anfitriones a los que acudir en su destierro. Parece como si su conciencia no experimentara remordimientos. Se muestra cínico y egoísta. Es embaucado por las palabras dulces de Medea, a la que quiere hacer entrar en razón. Deplora las hechicerías de su antigua amada, que en otro tiempo le resultaron salvadoras. Quita importancia a la ayuda que en el pasado le concedió Medea. El arrogante héroe se convierte en villano de un drama pasional. Despierta aversión en el espectador de la tragedia, aunque éste no apruebe tampoco las acciones de Medea. Es el responsable de la amargura de la princesa bárbara, a la que vilmente quiso conceder un puesto marginal en su nueva vida. Su dolor es especialmente intenso al verse privado de sus hijos. Sufre más por su pérdida que por la muerte de su esposa Glauce, lo que revela que no quería demasiado a ésta, que era más bien un peldaño hacia su mayor gloria. Se muestra dispuesto a castigar a Medea, cuyo dolor interior pretende acrecentar con duras palabras.


PARTES DEL MITO NARRADAS POR CADA OBRA

La obra de Apolonio se centra en el viaje que emprende Jasón al frente de los Argonautas para conseguir el vellocino que le había pedido el usurpador del trono de Yolco, su tío Pelias. Apolonio da término a su obra con el feliz regreso de la expedición a Yolco. La tragedia de Eurípides se enmarca en la ciudad de Corinto. Allí Medea, nieta del titán Helios y devota de la oscura diosa Hécate, defraudada por el inconstante Jasón, da muerte a la nueva esposa de éste y a sus propios hijos. El mito de Jasón y Medea compila numerosos elementos, en ocasiones con versiones diferentes. Muchos de estos aspectos no aparecen en ninguna de las dos obras referidas, que se ocupan por tanto de momentos concretos del mito, no siempre bien contextualizados. No abundan las coincidencias en la información que sobre el mito proporcionan ambas obras. Pelias había sustituido a Esón, padre de Jasón, en el trono de Yolco. Al regresar la expedición, Medea rejuvenece mágicamente a Esón y logra que las hijas de Pelias, queriendo rejuvenecer a su padre, lo maten involuntariamente. Según una versión del mito diferente a la de Eurípides, los hijos de Medea murieron cuando ésta quería con brujería hacerlos inmortales. Las desdichas de Medea prosiguieron en tierras atenienses junto a su nuevo esposo, Egeo. En cuanto a Jasón, su muerte se suele relacionar con aquello que simbolizaba su gloria pasada: la nave Argo, construida en Tesalia. Un fragmento de la misma cayó fatalmente sobre él cuando dormía. Los convulsos amores de Jasón y Medea nos remiten a la época formativa de la civilización griega, aportándonos rica información de las formas de vida y pensamiento, noveladas por las sucesivas reelaboraciones míticas. El viaje de la nave Argo ilustra además las navegaciones precoloniales y comerciales emprendidas por los helénicos, llenas con frecuencia de peligros. En cuanto al núcleo literario del mito, apreciamos que el instinto salvaje y destructivo de Medea es alentado por la ingratitud de Jasón, la cual no justifica sus asesinatos. Martillea la mente de la princesa de la Cólquide el recuerdo de las antiguas muestras amorosas del Esónida, suscitadas casi tan sólo por la calculada necesidad.

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